Reflexiones en el Día del Periodista
Viernes 7 de junio de 2024por Darío Orlando Sager
Tal vez resulte reiterativo explicar porqué se designó en Argentina al 7 de junio como Día del Periodista. De todos modos, siempre es importante refrescar que esta efeméride tiene que ver con el primer periódico editado bajo mandato criollo en tierras del Río de la Plata. Se trata de la Gazeta de Buenos Ayres, un semanario mandado a imprimir por la Primera Junta de Gobierno Patrio, aquella que ineludiblemente se asocia con el legendario Cabildo dibujado en los cuadernos en los días de la escuela primaria.
El número inaugural del periódico apareció el 7 de junio de 1810. Fue su inspirador, redactor y director aquel fogoso patriota de la revolución que muy pronto tuvo una muerte no debidamente aclarada: Mariano Moreno. El infausto suceso aconteció el 4 de marzo de 1811 y en alta mar, cuando viajaba con destino a Inglaterra para cumplir una misión diplomática que le había asignado el gobierno. Dice la historia que al enterarse del episodio, su adversario político Cornelio Saavedra exclamó: ¡Se necesitaba tanta agua para apagar tanto fuego!
Compromiso y participación
A 214 años de aquel hecho fundacional del periodismo argentino, la actividad sigue siendo tan difícil o más aún que entonces. Al menos para quienes la ejercen comprometidos con la realidad y al servicio de la gente, priorizando el interés general sobre las mezquindades sectoriales. Ciertamente que éstas son muy humanas, y en definitiva nadie está exento de caer en ellas en algún momento. Generalmente esta profesión produce odios y amores, admiración y antipatía, y tal vez esté bien que así suceda. Muy triste sería que pase desapercibida, porque ello estaría significando que esa labor es intrascendente. ¡Nada peor podría ocurrirle a un periodista!
Difícilmente acontezca esto cuando el trabajo de informar se ejerce con responsabilidad y dedicación. Es que no se lo puede concebir de otra manera, porque periodismo es sinónimo de protagonismo y participación. Es estar todos los días desde las páginas de los diarios, los micrófonos de las radios o las pantallas televisivas. Esa actitud de vida y servicio no debe perderse jamás, y tiene que realimentarse permanentemente afianzando el capital más valioso que poseen los periodistas: la credibilidad.
Felizmente todavía quedan medios de comunicación dispuestos a brindar la oportunidad para que los periodistas puedan expresarse libremente. Esta diversidad ayuda a que cada uno de los receptores de las noticias forme su propia opinión. Claro que respetando la de los otros, en el marco tolerante y pluralista que implica la convivencia en una sociedad democrática.
De este modo, el receptor de los mensajes mediáticos construye su propia lectura de la realidad, al hacer una selección en la multiplicidad de informaciones que recibe cada día. Lo hace evaluando medios y periodistas, a través del particular tratamiento que cada uno ofrece sobre determinado tema.
El lector crítico
Ser un lector, oyente o televidente crítico, conlleva el análisis y la reflexión necesarios para llegar a comprender más de lo que intenta trasmitirle quien informa. Nadie desconoce que el desarrollo del pensamiento crítico se forja en un largo y sistemático proceso de planteos e interrogantes. Porque ni los periodistas ni los medios son los únicos constructores de la realidad. Tampoco quien ejerza seriamente esta profesión, puede pretender imponer una versión unívoca de la misma, ya que ésta es multiforme.
Tal vez ahora como nunca prolifera todo tipo de periodismo, y es importante que así ocurra, porque permite comparar, seleccionar y elegir. El imperativo de los tiempos indica que por sobre todas las cosas, el periodismo y los periodistas deben estar al servicio de los genuinos intereses de la gente. Ello no debe perderse de vista, porque esa realidad tampoco es ajena al campo de la información. Quienes así no lo entiendan, irán desperdigando espacio y credibilidad hasta desaparecer en la vorágine de una sociedad cada vez más exigente en todos los rubros, incluido el periodismo.
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