La investigación, desarrollada por especialistas evaluó distintas secuencias de cultivos en un ensayo a largo plazo bajo siembra directa. Los resultados destacan que la intensificación agrícola a través de una mayor diversidad de cultivos promueve beneficios físicos, químicos y biológicos en el suelo.
Un modelo productivo sostenible
“La agricultura argentina enfrenta el desafío de aumentar su productividad sin comprometer los recursos naturales”, explicó Carolina Sasal, coordinadora del Programa Nacional de Recursos Naturales del INTA. Y agregó: “Los estudios que realizamos nos permiten valorar el impacto de las prácticas de manejo sobre la salud del suelo y el ambiente”.
Entre los principales beneficios observados se destacan:
+ Aumento del carbono orgánico.
+ Mejora de la fertilidad química y física.
+ Incremento de la actividad microbiana del suelo.
La secuencia más intensificada, que incluyó trigo/soja, cultivos de cobertura y maíz (T/S-CC/M), logró un 37 % más de Índice de Calidad del Suelo (SQI) en comparación con el monocultivo de soja. Asimismo, mostró una mayor tasa de infiltración de agua y mayor disponibilidad de nitrógeno, mejorando significativamente la estructura y funcionalidad del suelo.